No, no estamos hablando de la joven fenicia que fue seducida y secuestrada por Zeus transformado en toro y que Tiziano plasmó en una de sus obras más conocidas. Hablamos de la Europa que un día fue un sueño y a la que la pesadilla de las guerras de la primera mitad del siglo XX despertaron abruptamente. La Europa que se levantó sobre sus cenizas aún humeantes y volvió a soñar con una sociedad más justa e igualitaria en la que sus gentes pudieran convivir en paz y prosperar, y sus derechos y servicios fundamentales fueran garantizados por sus respectivos estados.
Esta Europa, que con mucho esfuerzo y sacrificio avanzó hacía altas cotas de bienestar, está retrocediendo sobre sus pasos y desandando lo que tanto costó andar. Ha sido secuestrada por ese ente abstracto que son los mercados, un enemigo que no es físico, al que no puedes atacar o herir, pero al que con leyes y regulaciones sí es posible mantener a raya. Si se quiere, claro, pues sus redes se han extendido por los gobiernos de los diferentes estados ocupando un espacio que pertenece a todos los ciudadanos, pudiendo así legislar en su propio beneficio.
Europa agoniza en su reclusión, asistimos impávidos a como esto sucede ante nuestras propias narices y vemos como nuestras proclamas son ignoradas por aquellos que presos de una especie de Síndrome de Estocolmo empatizan con sus captores y olvidan a quienes realmente representan.
Se antoja fundamental desplazar del poder a quienes se están mostrando inútiles para poner en su sitio estos "intereses de unos pocos que acaban decidiendo el futuro de la mayoría", para que luego la POLÍTICA, con mayúsculas, haga su trabajo y rescate a la bella Europa de las garras de aquellos que nos la arrebataron, nos la devuelva a los ciudadanos y recuperemos ese sueño que un día fue y quieren hacernos olvidar.
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