lunes, 21 de febrero de 2011

EL MILAGRO DE LOS PANES Y LOS PECES

En economía los milagros no existen, todo es cuestión de números y oportunidad. Pero donde hay dos realmente hay dos. Y dos no son cuatro.
Los seres humanos somos muy dados al cortoplacismo, lo queremos todo para ya sin importarnos la forma ni las posibles consecuencias. Así se explican en parte estos ciclos económicos de ascenso y descenso, en los que subimos muy altos, soltamos todo el lastre, vendemos hasta la tela del globo y finalmente caemos sin remisión.
Los españoles, en particular, somos muy dados a creer en milagros multiplicadores. Quizás realmente sí pensemos que hay gato encerrado, pero si mientras dura su encierro salimos beneficiados, ni miramos atrás ni pensamos en que cuando mañana el gato salga, quizás sea un tigre y nos devore. Entonces clamaremos al cielo y culparemos al gobierno de turno de que nuestros panes y nuestros peces no solo no se han multiplicado, sino que encima han desaparecido.
Viene todo esto al caso de lo acontecido recientemente con la nueva/vieja Rumasa, que casi treinta años después ha vuelto a repetir la jugada. Tras refundarse la empresa por medio de diferentes holding en paraísos fiscales, volvió al primer plano empresarial encaramada en el globo de una economía que crecía sobre arenas movedizas. Así, en un video costumbrista y con una escenografía de Última Cena, el patriarca de la empresa y sus discípulos nos pedían nuestro dinero y a cambio prometían la multiplicación de los panes y los peces. Milagros que, como antes hemos dicho, no existen.

A todo esto, en España a nadie se le debería escapar qué Partido Político es adalid de estas políticas ultraliberales de rápido crecimiento, alto riesgo y, por supuesto, sin red ni andamios; que ya vendrán otros a limpiar la porquería. Sólo hay que echar un vistazo al desastroso legado dejado por su ensalzado Rodrigo Rato y su política de economía insostenible desde el ministerio de economía y desde su posterior presidencia del fmi.

domingo, 13 de febrero de 2011

¡CUÁNTA IRONÍA!

Tienen guasa las últimas arengas lanzadas en un mitín por el inefable Esteban González Pons, vicesecretario de comunicación del PP. Serían hasta graciosas y dignas de cualquier monólogo cómico si no vinieran de quienes vienen, lo que resulta tremendamente irónico.
Resulta que ha comparado la situación en que se encuentra España con la que han venido sufriendo en Egipto durante los últimos treinta años, afirmando que la crisis de valores, la crisis económica y la crisis política y social que asola el país debería empujar a los españoles a cambiar las cosas porque -según afirma- quien quiere, puede. Quiero pensar que se refiere al lugar donde los ciudadanos pueden ejercer ese derecho, cada cuatro años en el caso de España, que son las urnas.
Habría que recordarle al señor González Pons que nuestro país también se vió atrapado en las manos de un dictador, el cual se perpetuó en el poder durante cerca de cuarenta años. Años en los que España vivió en permanente conflicto social y de valores, debido a la falta de libertad, donde la crisis económica sólo podía paliarse con las ayudas de EEUU por sus servicios prestados en la lucha contra el comunismo, y donde la crisis política se instaló desde que el militar golpista derrumbó un gobierno lícito, asoló las instituciones de gobierno y persiguió todo atisbo de política alejada del sistema por él instaurado.
La ironía de sus declaraciones radica en que cuando todo esto sucedía en España, la gran mayoría de sus compañeros de partido y sus respectivos familiares llevaban una plácida existencia en connivencia con el dictador, y que aquellos que querían cambiar las cosas no tenían siquiera la oportunidad de organizarse para intentar cambiarlas.
¡Cuánta ironía!

- Este artículo ha sido publicado en la sección de Cartas al Director de El País el día 19 de Febrero:

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Cuanta/ironia/elpepuopi/20110219elpepiopi_9/Tes

miércoles, 2 de febrero de 2011

AIRES DE REVOLUCIÓN

Parece que algo se está moviendo en el mundo árabe. Primero fue Túnez, ahora Egipto, y ya empiezan a sonar aires de revolución en otros países como Jordania y Yemen. Todos países secularizados por gobiernos que han sido amparados y mantenidos por occidente con objeto de frenar la islamización del oriente más cercano a nuestra civilización; a cambio de esto, sátrapas como Ben Ali en Túnez o Mubarak en el país de los faraones se perpetúan en el poder frenando las ansias de cambio de sus ciudadanos, enriqueciendo sus arcas y manteniendo a su población en permanente estado de excepción. Todo ello, claro está, subvencionado por los dólares y los euros provinientes de Estados Unidos y Europa.
Otros tres gobiernos del norte del Sáhara deberían aplicarse el tan manido refrán español acerca de las barbas del vecino:
Marruecos, Argelia y Libia, paises donde Hassan II, Bouteflika y el ahora bien amado Muammar Al Gaddafi, han hecho del estado el patio trasero de su casa con la aquiescencia una vez más de Europa y Estados Unidos.
Las analogías con los gobiernos de cartón piedra que asolaron el centro y el sur de América en la segunda mitad del siglo XX, son obvias. Aunque allí parece que de un tiempo a esta parte los estados sí han podido sacudirse la dominancia, que no la dependencia, extranjera, y ya comienzan a caminar solos.
Si antes el enemigo lo conformaba el ideal socialista, el gran satán contra el que había que luchar para que el modo de gobierno impulsado por los neoliberales occidentales extendiera sus tentáculos y sus ansias de poder, ahora es la doctrina islámica la justificación para continuar con este nuevo colonialismo.
Pero no nos engañemos, a occidente ni le importan ni nunca le han importado los derechos y el bienestar de los habitantes de estos países, el verdadero fin de este supervisión es el control de las riquezas naturales y la hegemonía de la dictadura de un libre mercado entendido desde el punto de vista occidental: tú lo tienes, yo lo exploto, yo lo vendo y yo me quedo con los beneficios.
Magnífica ecuación.