domingo, 19 de junio de 2011

EL GRITO DEL PUEBLO

Una gran parte de los ciudadanos españoles han dicho basta. El clamor de la gente se extiende por toda Europa y la indignación ante este sistema injusto que viene dictado desde Bruselas se hace más grande conforme pasan los días y observamos como quienes gobiernan con la legitimidad que un día les otorgaron las urnas han dejado de escuchar a su pueblo y, lo que es más grave aún, continúan sin escuchar el grito lanzado al aire por millones de personas.
Un grito de decepción e indignación al ver en que se ha convertido la democracia, un sistema que en lugar de servir y proteger a las personas, sirve y protege intereses económicos que, con el único objetivo de aumentar sus beneficios, dirigen la economía y mantienen bajo su dominio a los gobiernos de toda Europa. La banca y las grandes corporaciones a través de los organismos creados para servir sus propósitos tienen secuestrada la democracia, y ésta parece haber quedado reducida al día en que los ciudadanos somos llamados a depositar nuestro voto en una urna, a poco más.
El actual sistema económico imperante ha demostrado ser un fracaso. Las desigualdades y la estratificación social son cada vez mayores y la Europa social y del bien común que se intentó crear a raíz de la segunda guerra mundial ha acabado cediendo ante este ultraliberalismo económico proviniente de EEUU que está haciendo desaparecer aquellos valores que hacían de este continente un referente social. La sociedad se polariza como consecuencia de estas políticas y la clase media desaparece, y es precisamente esta clase trabajadora la que estos días se está levantando. Cansada de ver como su poder adquisitivo se reduce al tiempo que los beneficios de sus empleadores aumentan exponencialmente, cansada de ver como el gobierno de turno no hace nada para mejorar su situación y lleva a cabo políticas que benefician unicamente a aquel que le exige más trabajo y más esfuerzo a cambio de un menor salario.
Hoy en día, aún con matices, es indiferente el signo del gobierno que ostente el poder. Su política económica está decidida de antemano y deberá seguir las directrices impuestas si no quiere ser penalizado por ello. El ejemplo de España en este sentido es claro, las amenazas de intervención fueron fehacientes, la especulación con el valor de la prima de riesgo acercó un poco más la espada de Damocles sobre una economía maltrecha y la CEOE, ansiosa de conseguir la reforma que buscaba, colaboró con despidos y regulaciones de empleo masivas. Finalmente el gobierno claudicó ante estas presiones y aplicó todas y cada una de las recetas que llegaron dictadas por la Unión Europea.
Aunque el término “unión” es discutible, ya que ni España es Alemania ni Alemania es España, o Bélgica, o Grecia, o Francia. Cuando los factores de producción de un país u otro son tan dispares, ¿cómo se puede pretender aplicar la misma política económica tanto en unos como en otros? O incluso, ¿cómo se puede pretender que todos funcionen con un mismo valor/moneda?.
Yo me pregunto, ¿hubiera sido posible haber desafiado este  “status quo” y no acatar las órdenes de Bruselas? ¿Nos han preguntado a los ciudadanos si estábamos dispuestos a doblegar nuestra economía de esta forma? ¿Era esta la letra pequeña del ingreso en la UE y en el euro? Y si hubieran decidido intervenir y “rescatar” el país, como ha sucedido en Grecia o Portugal, ¿podría el gobierno haber rechazado esa ayuda? Los griegos y portugueses van a estar pagando las consecuencias de la “ayuda” durante décadas, los ajustes en la economía española son losas sobre los hombros del trabajador.
La gente lleva un mes echada a la calle pidiendo ser escuchada por los políticos a los que un día dieron su confianza, lleva un mes reclamando más política para el pueblo y una economía que busque el bien común y no el de aquellos que más tienen. Lleva un mes reclamando que la democracia vuelva a ser el gobierno de todos y para todos. Hoy salimos una vez más a gritar aún más alto si cabe.
¿Nos escucharán esta vez?