viernes, 5 de junio de 2009

¿POR QUÉ SOY APÓSTATA?

No tiene nada que ver con que crea o deje de creer, aunque realmente no lo hago, en un dios creador que de sentido a todo aquello que nos rodea.
No niego la existencia de quien hace poco más de dos mil años convocó a las masas a que le escucharan y hablar de amor y no de guerra, de un nosotros y no un yo, de una pertenencia a una sociedad en la que todos conviviéramos en paz. Pero le doy la misma importancia que a tantos otros constructores de pensamiento como fueron Sócrates, Platón, Séneca, Descartes, Locke, Montesquieu, Voltaire, Rousseau, Kant, Schopenhauer, Marx, Camus, Sartre o Nietzsche. Todos ellos portadores de ideas, de historia, de movimientos con más o menos acogida y con los que puedo estar o no de acuerdo, pero alrededor de quienes no se ha estructurado el circo de tres pistas acaparador de poder social y económico que conforma toda religión.
Desde el pasado 26 de mayo ya no pertenezco a la iglesia católica, donde mis padres seguramente pensando que era lo mejor para mí y porque era lo que había que hacer en la España de 1974 (resulta curioso que hoy en 2009 siga haciéndose en muchos casos por esta misma última razón) me inscribieron con apenas unas semanas de vida.
El que yo sea apóstata sólo significa que rechazo una religión que mediante dogmas dicte como tengo que comportarme y una jerarquía eclesiástica ávida de poder donde apenas pueden reconocerse las ideas de amor, libertad y respeto que pregonaba aquel a quien entronizaron como fundador. Una religión que se inmiscuye en leyes hechas para el ser humano por el ser humano; leyes en las que ningún dios, ninguna iglesia, ni ninguno de aquellos que se autodenominan sus representantes tienen nada que decir.

1 comentario:

Rubén Rodríguez Olivares dijo...

Que grande eres, machote......