En economía los milagros no existen, todo es cuestión de números y oportunidad. Pero donde hay dos realmente hay dos. Y dos no son cuatro.
Los seres humanos somos muy dados al cortoplacismo, lo queremos todo para ya sin importarnos la forma ni las posibles consecuencias. Así se explican en parte estos ciclos económicos de ascenso y descenso, en los que subimos muy altos, soltamos todo el lastre, vendemos hasta la tela del globo y finalmente caemos sin remisión.
Los españoles, en particular, somos muy dados a creer en milagros multiplicadores. Quizás realmente sí pensemos que hay gato encerrado, pero si mientras dura su encierro salimos beneficiados, ni miramos atrás ni pensamos en que cuando mañana el gato salga, quizás sea un tigre y nos devore. Entonces clamaremos al cielo y culparemos al gobierno de turno de que nuestros panes y nuestros peces no solo no se han multiplicado, sino que encima han desaparecido.
Viene todo esto al caso de lo acontecido recientemente con la nueva/vieja Rumasa, que casi treinta años después ha vuelto a repetir la jugada. Tras refundarse la empresa por medio de diferentes holding en paraísos fiscales, volvió al primer plano empresarial encaramada en el globo de una economía que crecía sobre arenas movedizas. Así, en un video costumbrista y con una escenografía de Última Cena, el patriarca de la empresa y sus discípulos nos pedían nuestro dinero y a cambio prometían la multiplicación de los panes y los peces. Milagros que, como antes hemos dicho, no existen.
Los seres humanos somos muy dados al cortoplacismo, lo queremos todo para ya sin importarnos la forma ni las posibles consecuencias. Así se explican en parte estos ciclos económicos de ascenso y descenso, en los que subimos muy altos, soltamos todo el lastre, vendemos hasta la tela del globo y finalmente caemos sin remisión.
Los españoles, en particular, somos muy dados a creer en milagros multiplicadores. Quizás realmente sí pensemos que hay gato encerrado, pero si mientras dura su encierro salimos beneficiados, ni miramos atrás ni pensamos en que cuando mañana el gato salga, quizás sea un tigre y nos devore. Entonces clamaremos al cielo y culparemos al gobierno de turno de que nuestros panes y nuestros peces no solo no se han multiplicado, sino que encima han desaparecido.
Viene todo esto al caso de lo acontecido recientemente con la nueva/vieja Rumasa, que casi treinta años después ha vuelto a repetir la jugada. Tras refundarse la empresa por medio de diferentes holding en paraísos fiscales, volvió al primer plano empresarial encaramada en el globo de una economía que crecía sobre arenas movedizas. Así, en un video costumbrista y con una escenografía de Última Cena, el patriarca de la empresa y sus discípulos nos pedían nuestro dinero y a cambio prometían la multiplicación de los panes y los peces. Milagros que, como antes hemos dicho, no existen.
A todo esto, en España a nadie se le debería escapar qué Partido Político es adalid de estas políticas ultraliberales de rápido crecimiento, alto riesgo y, por supuesto, sin red ni andamios; que ya vendrán otros a limpiar la porquería. Sólo hay que echar un vistazo al desastroso legado dejado por su ensalzado Rodrigo Rato y su política de economía insostenible desde el ministerio de economía y desde su posterior presidencia del fmi.