No se sabe con seguridad cuanta gente ha muerto en estos días de furia en Tibet. Nunca se sabe a ciencia cierta qué ocurre dentro de China ya que su gobierno se ocupa perfectamente de sesgar toda la información que escapa de sus fronteras.
Tampoco se sabe qué fue exactamente lo que motivó que miles de tibetanos se sacudieran la censura y la humillación de sentirse extraños en su propia tierra y dieran rienda suelta a su ira, contenida durante años y generaciones.
En 1957 tuvo lugar la última revuelta popular antes de la de la semana pasada. Ésta fué motivada por la continua violación por parte de las tropas de ocupación de los acuerdos a los que se llegó después de la invasión. Esta revuelta fue sangrientamente aplacada por ejército chino y llevó al Dalai Lama a buscar refugio en la vecina India, donde formó el gobierno de Tibet en el exilio en la localidad de Dharamsala.
Desde ese momento ya no había nadie a quien rendir cuentas.
Y es que desde que en 1949 las tropas chinas cruzaron el río Drichu e invadieron Tibet, la táctica empleada por el invasor ha sido la anulación lenta y progresiva de la etnia y la cultura tibetana. El pueblo tibetano, recordémoslo de nuevo, es extraño en su propia tierra. No tienen acceso a la educación ni a servicios médicos. Se les prohibe practicar sus ritos y celebraciones ancestrales. Están perdiendo su identidad como pueblo debido a la continua migración de población china de provincias limítrofes, que es alentada por el propio gobierno chino con el fin de poblar la región y al mismo tiempo despoblarla de tibetanos.
Todo dentro de un maquiavélico plan en el que el alumbramiento de hijos de parejas de tibetanos y chinos tiene el fin de acabar con la etnia antiguamente pobladora de esas tierras. Dentro de este terrible táctica urdida por el gobierno chino se ha llegado a constatar el secuestro de niños con el fin de educarlos lejos de Tibet y la existencia de esterilizaciones y abortos forzados a tibetanos.
El futuro del pueblo tibetano depende de todos nosotros, de nuestros gobiernos. Depende de que en algún momento alguien le diga a China basta ya.
Basta ya de Tibet, de Darfur, de atropellos al medio ambiente, de censura, de presos políticos. Basta ya de menospreciar la palabra LIBERTAD.
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