viernes, 11 de marzo de 2011

EL TABLERO DE AJEDREZ

Antes eran conocidos como "ciudadanos libios que se enfrentaban al tirano”, ahora su nombre ha mutado a "los rebeldes libios”, un término que parece acordado con el régimen del dictador en aras de una especie de juego a dos bandas por parte de la comunidad internacional a la espera de ver hacia donde se decanta el conflicto abierto en el país norteafricano.
Y la baraja comienza a decantarse claramente del lado del sátrapa. El territorio ganado en la primera oleada tras el levantamiento, poco a poco vuelve a manos del gobierno libio. Y si no reciben ayuda externa, éste acabará recuperando todo y aplastando la revolución y a sus instigadores.
Estados Unidos, por una vez y sin que sirva de precedente a supeditado la acción de la OTAN ha que sea bajo el auspicio de la ONU. Algo a lo que no nos tiene acostumbrados, pero que tiene más que ver con su escasa presencia en la zona del Magreb que con una verdadera intención de respetar un orden mundial. Y a los precedentes me remito.
¿Y qué hace la ONU? Su Consejo de Seguridad, que es el organismo encargado de velar por la paz – bonita palabra – y la seguridad entre naciones, se encuentra secuestrado bajo su propio reglamento, que concede derecho de veto para cualquier resolución propuesta, a los cinco países que son miembros permanentes del organismo, y que son China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia. Así tanto China como Rusia se han opuesto encarecidamente a cualquier acción militar bajo mandato de la ONU. Es este funcionamiento del organismo el que le lleva a su ineficacia. El Tribunal Penal Internacional ha abierto una investigación contra el régimen libio por crímenes de lesa humanidad, ya que ha constatado ataques por parte de su ejército contra la población civil. ¿Qué más necesitan los miembros del Consejo de Seguridad?, seguro un cambio en su reglamento, ya que ante los intereses encontrados de unas potencias y otras, su funcionamiento acaba resultando estéril.
Lo que está aconteciendo en el medio oriente es visto como una partida de ajedrez por las grandes potencias mundiales, para quienes lo primordial no es ni la libertad ni los derechos humanos de los habitantes de la zona, sino el acceso a las inmensas riquezas energéticas de estos países y la influencia política que tengan sobre los gobiernos que los presidan. Sólo así se entiende que todos los mandatarios de este llamado primer mundo recibieran con todos los honores – haima incluida – y buscaran la foto con Muammar al-Gaddafi, tal y como antes sucedió con Ben Alí o Hosni Mubarak, elevados a ejemplos de democratización del mundo islámico; o incluso con Saddam Hussein, a principios de los años ochenta.
Y son muchos otros los gobiernos que ni respetan las libertades ni respetan los derechos humanos ni respetan las reglas de la democracia, pero con quienes nuestros dirigentes siguen haciéndose fotos y firmando contratos por ingentes cantidades de dinero, mientras los ciudadanos de sus respectivos países sufren bajo el yugo opresor de sus tiranos.
Y a todos nosotros, mientras tanto, nos seguirán hablando acerca de lo terrible que es la dictadura de Castro o los gobiernos de Chávez y Evo.

martes, 8 de marzo de 2011

UN PROYECTO DE FUTURO

Voy a ser claro en mis palabras y conscientemente voy a obviar toda objetividad.
La razón que me impulsa a dar rienda suelta a todo esta subjetividad es que me aterra pensar que volvamos a tropezar con la misma piedra y caigamos de nuevo en brazos de quienes hace unos años, lejos de salvar al país, como ellos mismos pregonan a los cuatro vientos, lo dejaron a merced del capital y de sus vaivenes. Esto es, en manos del pp.
En manos de quienes durante ocho años gobernaron España y en lugar de intentar crear una bases sólidas que pensaran en un futuro, se convirtieron en una especie de James Dean – las comparaciones puedes ser odiosas – de la economía, creando un sistema que viviera rápido, muriera joven y dejara un bonito cadáver. El problema es que cuando el cadáver acabó, como todos, corrompiéndose, ellos ya tenían preparada su vida después de la política; y fueron otros los que ante el olor a descomposición han tenido que remangarse, sacar el desinfectante e intentar limpiar toda la porquería.
¿Qué ha hecho el pp mientras tanto? Nada.
¿Qué ha propuesto el pp para tratar de arreglar el desaguisado? Nada.
¿Alguien del pp ha dado muestras de que quizás su política fuera responsable de la crisis económica que ha golpeado el país? Como era de esperar, no; al contrario, insisten en la bonanza de los días de vino y rosas que trajo su gobierno. Lo más cercano a entonar un mea culpa, ha sido el tirón de orejas del fmi a la Rodrigo Rato y su nefasta presidencia de este organismo, la misma poción mágica que ideó para España y que nos ha llevado al punto en el que estamos. Esto ha dejado a su tótem de las finanzas resquebrajado, pero ellos han hecho oídos sordos y siguen con su matraca verbal y su inacción.
Me aterra también que personajes que pueblan la tdt en tertulias de caza al socialista y todo aquel que no comulgue con sus ideas, acaben con más preponderancia de la que tienen en lo que, al fin y al cabo, no es más que un pequeño canal que triunfa más en los zapping que en porcentajes de audiencia.
Porque la derecha de este país es la misma de siempre: aquellos que piensan que los gays son diferentes, que la educación y moral cristiana es la única y que, ¡qué coño!, con franco se vivía bien.
Dicen que la alternancia es buena para la democracia y estoy de acuerdo, pero no todo vale a la hora de alternar. Y otorgar el poder a esta derecha que sufrimos en España sería desandar lo andado.
No podemos repetir los mismos errores, porque si esquilmas el pozo, éste irremediablemente acabará secándose. Hay que dejar tiempo para que el sistema crezca desde unas bases sólidas, desde una economía sostenible en el tiempo y en la ideas. Hay que dar una oportunidad a un proyecto a largo plazo, un proyecto que descubrió con las primeras lluvias que los cimientos que otros habían construido se disolvían como azucarillos. Un proyecto al que le ha tocado desviar su camino y dar un rodeo ante las arenas movedizas que tenía de frente, apartándose de los ideales socialistas que nos unen y mermando nuestra confianza; pero que seguro retornará a su senda y volverá a hacernos creer que sí hay otra forma de hacer las cosas.

Un proyecto en el que hay que seguir creyendo, porque al otro lado no hay nada.