"Los propietarios del capital estimularán a la clase trabajadora para que compre más y más bienes, casas y tecnología cara; empujándoles a contraer deudas más y más caras hasta que la deuda se haga insoportable".
(El Capital - Karl Marx)
Estas palabras fueron escritas en la segunda mitad del siglo XIX, un tiempo en que la revolución industrial convirtió la vida de los trabajadores en un régimen de esclavitud con el fin de conseguir un estatus de bienestar para ellos y sus familias. Hoy en día las condiciones laborales son infinitamente mejores que las de nuestros antepasados hace ciento cincuenta años, pero mirando a su alrededor uno puede observar como el trabajo no es sólo el encargado de proporcionarte un nivel económico que te permita disfrutar de la vida, sino que atrapados en la superficialidad y la vacuidad de una vorágine consumista nos vemos obligados a ampliar nuestra jornada laboral y aceptar condiciones de trabajo leoninas para pagar esas deudas contraidas por nuestra pérdida de perspectiva acerca de qué es lo que de verdad precisamos para vivir.
La crisis económica que nos afecta viene en gran medida motivada por todo esto. Cierto es que nadie nos ha obligado a adquirir unos bienes que en muchas ocasiones eran rapidamente reemplazados de una forma caprichosa por una versión mejorada del mismo, con el consiguiente aumento del desembolso inicial realizado y echándonos en brazos de aquellos que poseen el dinero que precisamos para comprarlos. Éstos a su vez nos han dado todas las facilidades del mundo: préstamos, préstamos sobre préstamos, sobretasaciones; dando así una nueva vuelta de tuerca a nuestro endeudamiento.
De este modo acabamos siendo esclavos de todo aquello que compramos con la intención de hacer más grata una vida que en muchos casos no tenemos siquiera tiempo de disfrutar.
domingo, 15 de febrero de 2009
jueves, 12 de febrero de 2009
DE AQUELLOS POLVOS...
Seamos serios por favor. Vale que el gobierno utilice la crisis de liderazgo del PP para presentarnos un partido de la oposicición descabezado como alternativa. Vale que se sirva de los distintos procedimientos judiciales abiertos a militantes del propio PP y personas vinculadas al nucleo duro de éste para presentarlo como un grupo donde la corrupción ha llegado a altas cotas. Vale que intente amortizar politicamente la trama de espionaje destapada en la comunidad de Madrid para menoscabar la credibilidad de una de sus líderes que, según parece, opta a la dirección del partido. Todo esto doy por seguro que así está sucediendo, en política cuando ves a tu enemigo con la soga al cuello le aprietas un poco más el nudo lanzando una campaña mediática para atraer sobre el acontecimiento todas las miradas posibles, apartándolas de aquello que no te interesa que esté en boca de todos. Y el gobierno, apoyado en ciertos medios de comunicación, tiene a la opinión pública dividida entre su impotencia para solucionar el grave momento por el que pasa nuestra economía y el gallinero en que se ha convertido el partido de la oposición.
Sin embargo, una cosa es quién o cómo utilice esa información, y otra es qué está sucediendo. Y lo que está sucediendo bien vale que el PP agache la cabeza, mire dentro suyo y procure salir de la tormenta todo lo mejor que pueda.
Todo esto viene de lejos. En el verano de 2003 la abstención de los tránsfugas Tamayo y Sáez puso en bandeja, repetición de las elecciones mediante, la ascensión a la presidencia de la Comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre. Nombres y ayuntamientos supuestamente implicados en esta trama vuelven ahora a la boca de todos tras las actuaciones del juez Garzón. Habría quizás que preguntarse a quien beneficiaba que fuera Esperanza Aguirre y no otra persona quien gobernara la CAM desde entonces. Desde ese momento la espiral de recalificaciones de suelo urbano y de privatizaciones de sectores públicos clave, como son la educación y la sanidad, no ha tenido fin; y mucha gente ha salido claramente beneficiada de todo ello. Esperanza Aguirre ha utilizado su puesto para trabajarse su ascenso, sustentado por el sector aznarista del PP, en la jerarquía del partido, postulándose soterradamente y sin tapujos como una nueva vía ante la falta de liderazgo de Rajoy y atacando a todo aquel que cuestione sus métodos. Lo que nos lleva al escándalo de los seguimientos a miembros del PP madrileño, orquestado según parece por el núcleo próximo a la presidenta.
Esperemos que la recusación del juez Garzón, que tiene como fin ralentizar la investigación y quitarse de en medio a alguien que ya ha demostrado en otras ocasiones que lleva sus procesos hasta el final, no prospere. Y esperemos también que se tire de la manta hasta sus últimas consecuencias.
Por todo esto no se puede echar la culpa al empedrado y lanzar una cortina de humo acusando al mensajero, que son los medios informativos y el gobierno por hacerse eco de ellos. Los hechos están ahí y es preciso investigarlos y sacarlos a la luz, aunque haya a quien no le guste.
Sin embargo, una cosa es quién o cómo utilice esa información, y otra es qué está sucediendo. Y lo que está sucediendo bien vale que el PP agache la cabeza, mire dentro suyo y procure salir de la tormenta todo lo mejor que pueda.
Todo esto viene de lejos. En el verano de 2003 la abstención de los tránsfugas Tamayo y Sáez puso en bandeja, repetición de las elecciones mediante, la ascensión a la presidencia de la Comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre. Nombres y ayuntamientos supuestamente implicados en esta trama vuelven ahora a la boca de todos tras las actuaciones del juez Garzón. Habría quizás que preguntarse a quien beneficiaba que fuera Esperanza Aguirre y no otra persona quien gobernara la CAM desde entonces. Desde ese momento la espiral de recalificaciones de suelo urbano y de privatizaciones de sectores públicos clave, como son la educación y la sanidad, no ha tenido fin; y mucha gente ha salido claramente beneficiada de todo ello. Esperanza Aguirre ha utilizado su puesto para trabajarse su ascenso, sustentado por el sector aznarista del PP, en la jerarquía del partido, postulándose soterradamente y sin tapujos como una nueva vía ante la falta de liderazgo de Rajoy y atacando a todo aquel que cuestione sus métodos. Lo que nos lleva al escándalo de los seguimientos a miembros del PP madrileño, orquestado según parece por el núcleo próximo a la presidenta.
Esperemos que la recusación del juez Garzón, que tiene como fin ralentizar la investigación y quitarse de en medio a alguien que ya ha demostrado en otras ocasiones que lleva sus procesos hasta el final, no prospere. Y esperemos también que se tire de la manta hasta sus últimas consecuencias.
Por todo esto no se puede echar la culpa al empedrado y lanzar una cortina de humo acusando al mensajero, que son los medios informativos y el gobierno por hacerse eco de ellos. Los hechos están ahí y es preciso investigarlos y sacarlos a la luz, aunque haya a quien no le guste.
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