Los meses previos al partido estuvieron salpicados de las consabidas declaraciones por parte de unos y otros contendientes. Declaraciones que plagadas de mentiras por parte del equipo visitante pretendían poner de este modo de su parte a la opinión pública. No faltaron el amaño de pruebas acerca de las prácticas antideportivas del equipo local ni los sobornos a terceros con promesas acerca del beneficio que para ellos supondría la eliminación del contrario.
Con estas premisas hace ya más de cinco años y medio que el partido dió comienzo.
La clara superioridad del equipo visitante, unido igualmente a la actitud del árbitro, quien en unas de sus decisiones más bochornosas de la historia moderna prefirió mirar para otro lado, propició la rápida destrucción de la defensa local.
Después de esta salida en tromba poco pudo hacer ya la escuadra local más que plegarse al dominio del equipo visitante, que se dedicó a pasar el tiempo disfrutando de un dominio aplastante.
Unicamente la actitud de algunos grupos ultras consiguió crear sensación de pánico en el atacante, pero no consiguieron evitar la total destrucción de gran parte de la hinchada local.
Pero hoy, en las postrimerías del encuentro (esperemos) y con el capitán del equipo visitante en el terreno de juego defendiendo la portería; un atacante local consiguió burlar la sólida defensa y lanzar un zapatazo desde la frontal que superando la barrera tenía por fin visos de convertirse en el ansiado gol de la honra.
Pero el destino es cruel y el zapato se escapó rozando el larguero.
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