Ayer tomó posesión de su cargo como presidente de los Estados Unidos Barack Hussein Obama. Yo sí pronunciaré su segundo nombre, no como así sucedió durante la ceremonia, donde se le nombró como Barack H. Obama; seguramente queriendo evitar cualquier referencia al carácter musulmán de aquel.
Posiblemente este simple hecho sea una alegoría de cómo han funcionar las cosas en EEUU. Un país que presume de ser la tierra de las libertades, pero eso sí, siempre y cuando tus libertades no estén por encima de aquello que es lo correcto. Ocurre que aquello que es lo correcto acaba transformando las libertades individuales en muchos casos en mínimos reductos de la vida del ser humano, convirtiendo la sociedad en una especie de jaula de oro donde todo será perfecto mientras no te muevas de la fila.
Durante los últimos ocho años la imagen del país ha sido enormemente dañada en el exterior, fruto de una política invasiva llevada a cabo por la administración Bush. Una política que fue aislando paulatinamente al país mientras éste, o mejor aun, aquellos que lo gobernaban y no representaban a la mayoría de sus ciudadanos, tomaban decisiones unilaterales que no eran respaldadas por el resto de países.
Así mismo, la política desarrollada dentro de sus fronteras sumía al país en una grave crisis económica y que acabó al resto de las economías mundiales a esta crisis en la que estamos inmersos actualmente.
Mejorar esto no parece difícil. Restañar la deteriorada imagen heredada e iniciar la recuperación económica sí lo parece. Pero el nuevo presidente cuenta con una gran ventaja, y es que es largamente esperado desde hace ya más de un año. La gran mayoría de la población estadounidense ha puesto todas sus esperanzas en un presidente que llega con vientos de cambio y con una nueva forma de hacer política. Y la gran mayoría de la población mundial espera de él que cambie la política exterior de EEUU y la fundamente en el diálogo y no en la fuerza de las armas.
Las preguntas que hay que hacerse es si podrá.
¿Podrá desafiar a aquellos que controlan el mercado americano y dibujar una economía más igualitaria y menos polarizada?
¿Podrá enfrentarse a la poderosa sanidad privada y abrir el camino hacia una deseada y necesaria sanidad pública?
¿Podrá reducir el déficit educacional en un país donde el índice de fracaso escolar y de universitarios es tan elevado?
Hay que entender que no ya para ser presidente, sino que simplemente para ser candidato a ello, los mínimos que tiene que reunir todo aspirante de cara a la opinión pública son muy restrictivos en un país donde la religión con su sentido del bien y el mal se transportan a una sociedad que constantemente juzga aquello que es correcto o incorrecto, aquello que es moral o amoral. Todo según unos valores que no pueden ser transgredidos, o por lo menos hasta ahora nadie lo ha hecho.
Desde aquí le deseo lo mejor a un presidente que si algo ha hecho ya es insuflar esperanza en todos aquellos que piensan que las cosas sí pueden cambiar y un mundo mejor es posible. Le pido que sea transgresor y se aleje de todo aquello que es impuesto sin razón y sin debate alguno. Los dogmas no pueden ser aceptados en sociedades democráticas que eligen su propio destino.
Posiblemente este simple hecho sea una alegoría de cómo han funcionar las cosas en EEUU. Un país que presume de ser la tierra de las libertades, pero eso sí, siempre y cuando tus libertades no estén por encima de aquello que es lo correcto. Ocurre que aquello que es lo correcto acaba transformando las libertades individuales en muchos casos en mínimos reductos de la vida del ser humano, convirtiendo la sociedad en una especie de jaula de oro donde todo será perfecto mientras no te muevas de la fila.
Durante los últimos ocho años la imagen del país ha sido enormemente dañada en el exterior, fruto de una política invasiva llevada a cabo por la administración Bush. Una política que fue aislando paulatinamente al país mientras éste, o mejor aun, aquellos que lo gobernaban y no representaban a la mayoría de sus ciudadanos, tomaban decisiones unilaterales que no eran respaldadas por el resto de países.
Así mismo, la política desarrollada dentro de sus fronteras sumía al país en una grave crisis económica y que acabó al resto de las economías mundiales a esta crisis en la que estamos inmersos actualmente.
Mejorar esto no parece difícil. Restañar la deteriorada imagen heredada e iniciar la recuperación económica sí lo parece. Pero el nuevo presidente cuenta con una gran ventaja, y es que es largamente esperado desde hace ya más de un año. La gran mayoría de la población estadounidense ha puesto todas sus esperanzas en un presidente que llega con vientos de cambio y con una nueva forma de hacer política. Y la gran mayoría de la población mundial espera de él que cambie la política exterior de EEUU y la fundamente en el diálogo y no en la fuerza de las armas.
Las preguntas que hay que hacerse es si podrá.
¿Podrá desafiar a aquellos que controlan el mercado americano y dibujar una economía más igualitaria y menos polarizada?
¿Podrá enfrentarse a la poderosa sanidad privada y abrir el camino hacia una deseada y necesaria sanidad pública?
¿Podrá reducir el déficit educacional en un país donde el índice de fracaso escolar y de universitarios es tan elevado?
Hay que entender que no ya para ser presidente, sino que simplemente para ser candidato a ello, los mínimos que tiene que reunir todo aspirante de cara a la opinión pública son muy restrictivos en un país donde la religión con su sentido del bien y el mal se transportan a una sociedad que constantemente juzga aquello que es correcto o incorrecto, aquello que es moral o amoral. Todo según unos valores que no pueden ser transgredidos, o por lo menos hasta ahora nadie lo ha hecho.
Desde aquí le deseo lo mejor a un presidente que si algo ha hecho ya es insuflar esperanza en todos aquellos que piensan que las cosas sí pueden cambiar y un mundo mejor es posible. Le pido que sea transgresor y se aleje de todo aquello que es impuesto sin razón y sin debate alguno. Los dogmas no pueden ser aceptados en sociedades democráticas que eligen su propio destino.
Mucho de lo que ocurra en EEUU será asimilado por el resto del mundo y por ende nos afectará. Y esa responsabilidad recae desde ayer en las espaldas de Barack Hussein Obama.