Hace cinco años escribí una carta con buenos deseos para el 2003. Bien, tristemente, en este tiempo pocas cosas han mejorado.
Lo primero que pedía es que se acabara el hambre en el mundo. Lamentablemente esto sigue ocurriendo. Parece mentira que en este mundo tan desarrollado en el que vivimos, donde las comunicaciones y la investigación siguen alcanzando techos impensables hace unos años. Siga habiendo zonas donde el hambre sigue matando gente, especialmente niños.
Pedía PAZ. Bonita palabra. No se el número de guerras, el número de tiros; en nombre de no se qué banderas o intereses, están sucediendo al tiempo que escribo estas líneas. Pero aquí tampoco hemos mejorado mucho.
Esperaba que las grandes desigüaldades fueran desapareciendo. Son éstas los cimientos sobre los que se asientan los dos puntos anteriores. Las desigüaldades entre unas y otras zonas del mundo actuan como caldo de cultivo hacia pensamientos radicales que arraiguan en esas sociedades que se ven explotadas y expoliadas. Por desgracia una pequeña zona del mundo se nutre de las miserias del resto del planeta. No hay un equilibrio que permita que al mismo tiempo que en el primer mundo nos beneficiamos de la explotación de sus riquezas naturales, estos otros países se beneficien de nuestras inversiones y mejoren su calidad de vida. Al contrario, las grandes empresas, que son quienes dirigen la economía mundial, no están dispuestas a perder su posición predominante. Si se favoreciera esta igualdad en el trato entre explotadores y explotados los beneficios de los primeros disminuirían al mismo tiempo que los segundos accedían a una educación y un desarrollo que les permitiera gestionar sus propios recursos. Tendríamos un mundo más justo, sin duda alguna. Pero esto no es lo que quieren aquellos que cada día se benefician de la situación actual.
La Tierra, la Pachamama, también ocupaba un lugar predominante en mi pensamiento. Seguimos matándola lentamente. Con vertidos, talas indiscriminadas, contaminando sus mares y sus ríos, polucionando sus aire y su suelo. De vez en cuando se rebela y nos demuestra su poder, pero eso no nos arredra. Millones de personas sufren diariamente enfermedades cutáneas o respiratorias producto de la contaminación del aire, cientos de miles mueren producto de inundaciones y corrimientos de tierra motivadas por la deforestación de miles de hectáreas de bosque autóctono. Todas las consecuencias del aumento de las temperaturas; un calentamiento que se acelera debido a nuestra acción en el medio, generando en meses lo que en ciclos normales llevaría años.
Quería que desapareciera el terrorismo, la violencia gratuita. Algo que seguimos sufriendo en todo el mundo y en España sentimos muy cerca desde hace mucho tiempo. No se puede intentar razonar con gente que lo único que sabe hacer es empuñar un arma para así imponer su pensamiento. No se puede reivindicar nada, sea lo que sea, de este modo. Lo primero y condición indispensable es dejar a un lado las pistolas y las bombas; y entonces, y sólo entonces, dialogar para llegar al cese de toda violencia.
Pedí que las mujeres dejaran de morir a manos de quien, en algún momento, habían querido. La violencia de género sigue existiendo, se sigue teniendo ese concepto de propiedad en el amor que a lo único que lleva es a su destrucción.
Y esto último me lleva a desearos a tod@s mucho amor para el 2008. Quizás desde el amor podamos ayudar a construir un mundo mejor y que dentro de otros cinco años algo haya mejorado. Seguro que sí.
Os quiero.
sábado, 29 de diciembre de 2007
domingo, 16 de diciembre de 2007
EL ARBOL DEL VATICANO
La iglesia católica, paradigma de la modernidad donde la haya, colocó la semana pasada su tradicional árbol de navidad en el Vaticano. Pero no fue un árbol cualquiera, no. Se fueron a un parque natural en la zona de Calabria, en el sur de Italia, cogieron sus hachas, me imagino que previamente bendecidas y santificadas; y hendieron sus filos en la corteza de un Abeto Blanco que durante los últimos 150 años había soportado, uno tras otro, crudos inviernos, axfisiantes veranos y seguramente algún que otro incendio. Pero claro, no estaba preparado para afrontar tan glorioso día que el destino le tenía reservado.
La altura de éste especimen era de 35 metros, "el más alto emplado jamás para tal fin" como resalta la nota de prensa que da cuenta de semejante noticia. Esto de la altura, aunque lo vendan como afán de buscar la proximidad a los cielos, para mí tiene más que ver con ciertos complejos de tamaño, de tamaño de religiosidad en el mundo quiero decir. Ya que la desconfianza en una iglesia que se preocupa más de los problemas de la vida eterna que de los problemas reales que nos toca vivir en estos tiempos crece día a día.
El problema del cambio climático es sólo uno más de estos, un problema que también nos afecta a todos y para el que continuamente se están celebrando conferencias y encuentros mundiales con el fin de hallar una solución que alivie los problemas de nuestra Madre Tierra.
Pero en este caso, al igual que en muchos otros, la iglesia católica también opta por mantenerse al margen.
La altura de éste especimen era de 35 metros, "el más alto emplado jamás para tal fin" como resalta la nota de prensa que da cuenta de semejante noticia. Esto de la altura, aunque lo vendan como afán de buscar la proximidad a los cielos, para mí tiene más que ver con ciertos complejos de tamaño, de tamaño de religiosidad en el mundo quiero decir. Ya que la desconfianza en una iglesia que se preocupa más de los problemas de la vida eterna que de los problemas reales que nos toca vivir en estos tiempos crece día a día.
El problema del cambio climático es sólo uno más de estos, un problema que también nos afecta a todos y para el que continuamente se están celebrando conferencias y encuentros mundiales con el fin de hallar una solución que alivie los problemas de nuestra Madre Tierra.
Pero en este caso, al igual que en muchos otros, la iglesia católica también opta por mantenerse al margen.
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